La culpa está sentada en
el banco de los acusados,
la inseguridad la interroga mientras la
consciencia observa en silencio.
Su principal testigo, el miedo, ha
denunciado una agresión y exige un castigo.
La ira y el rencor
planean la ejecución
mientras la humildad y la bondad apelan por un
encuentro equilibrado de las ideas.
La ingenuidad, dolida ante el
desconcierto, se siente perdida,
y la inocencia se esconde tras la
agresividad al sentirse acorralada.
La confianza y la autoestima
tiemblan ante la inquisitoria mirada de la duda
que asoma
derribándolo todo a su paso.
Solamente el amor puede amortiguar los
ataques si encuentra el camino de regreso a la confianza perdida ante
la emoción bloqueada de un corazón dolido.